Un verdadero creyente en Yeshúa (Jesús) tiene acceso al poder espiritual de Dios, el cual es santo y puro. Este poder viene de cinco fuentes o avenidas diferentes.
1. La Cruz
Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios. – I Corintios 1:18.
Esta primera fuente de poder destruye el pecado y el egocentrismo. Nos trae perdón. Destruye el poder maligno del orgullo y la lujuria. Aleja los ataques del enemigo tanto de tentación como de acusación. Destruye el viejo yo pecador y nos da un nuevo nacimiento como hijos de Dios. Nos salva del castigo en el infierno y aleja el miedo a la condenación y al rechazo.
La cruz es el primer y principal instrumento que Dios usa para hacer Su voluntad y carácter en nuestras vidas.
2. Resurrección
A fin de conocerlo, y el poder de Su resurrección, – Filipenses 3:10.
Se nos ha dado vida eterna a través de la resurrección de Yeshúa. Dios nos da vida en abundancia tanto en cantidad como en calidad (Juan 10:10). A través del poder de la resurrección tenemos gozo, sanación, victoria. Es un poder para vivir.
Su resurrección destruyó los poderes de la muerte que lo retenían en el Sheol (infierno), por lo que también romperá el poder de la muerte sobre nosotros (Hechos 2:24).
3. Ascensión
Y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…, el cual obró en Mesías cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio… - Efesios 1:19-21.
Yeshúa ascendió y se sentó en el trono de autoridad en el cielo. Cuando ascendió, se sentó a la diestra de Dios para cumplir la profecía mesiánica en Salmos 110:1-2 – “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies… Domina en medio de tus enemigos.”
La ascensión de Yeshúa le dio autoridad como Rey Mesías para dominar y gobernar. Gobierna sobre las potestades y principados en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra (Filipenses 2:10). Comparte su autoridad con nosotros que nos sometemos a Él. En Su nombre, tenemos el potencial para ejercer la autoridad sobre los ángeles, los demonios y el gobierno humano.
Por fe en Yeshúa, no solo somos levantados de la muerte, también nos sentamos espiritualmente con Él en el cielo (Efesios 2:6). El estar sentados espiritualmente con Yeshúa nos da la autoridad profética sobre las naciones, para derribar y construir, parecido a la autoridad que se le dio a Jeremías (Jeremías 1:10). Efesios 2 cumple Jeremías 1 así como Efesios 1 cumple Salmos 110.
4. Unción del Espíritu Santo
Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. – Hechos 1:8.
Dios desea llenarnos con Su Espíritu. Cuando viene el Espíritu Santo, trae poder con Él. Este poder espiritual o unción nos da denuedo – denuedo para predicar (Hechos 1:8; 4:29), para profetizar (Hechos 2:18; 19:6), para alabar (Hechos 10:46; 16:25) y para hacer milagros (Hechos 4:30; 6:8).
El Espíritu Santo es una persona, el poder es una cosa. Es como el electricista que trae la electricidad. Uno es una persona, el otro es una cosa. El Espíritu Santo es Dios; el poder es energía. Nos sometemos al Espíritu Santo y usamos el poder que nos da. Somos guiados por el Espíritu Santo (Romanos 8:14), no por el poder.
Buscar solo el poder para hacer milagros nos puede llevar a la idolatría y la hechicería (Hechos 8:19). Pero sin ese poder, no le permitimos al Espíritu Santo trabajar a través de nosotros y nuestro mensaje se vuelve palabras vanas. (I Corintios 2:4; 4:20; 12:4-6).
5. Sufrimiento/Persecución
Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Mesías more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Mesías; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. – 2 Corintios 12:9-10.
Cuando la luz de Yeshúa brilla a través de nosotros en este mundo, hay una reacción igual y opuesta de oscuridad. Esos ataques nos recuerdan nuestra propia inhabilidad y nos hacen más dependientes de la gracia de Dios. Nuestros motivos son purificados, y Su poder se manifiesta en grandes maneras.
No solo somos llamados a creer en Yeshúa, sino también a sufrir junto con Él (Filipenses 1:29; 3:10). Muchos están dispuestos a creer en Yeshúa, pero no a seguirlo cuando la obediencia demanda sufrimiento. Este tipo de sufrimiento no es masoquismo. No es hacer errores tontos (1 Pedro 4:15). Es estar firmes en la justicia, la cual causa contraataques del enemigo.
En esos tiempos de persecución, Dios provee una gloria especial (Hechos 6:15; I Pedro 4:14). Este nivel de gloria y poder es necesario si queremos alcanzar un avivamiento, ya sea en Israel, o en cualquier otro lugar en el mundo. No hay avivamiento sin persecución (Hechos 14:22; 2 Timoteo 3:12).
A lo largo del libro de Hechos, los apóstoles son golpeados, encarcelados, rechazados y asesinados. [Hechos 4:3 – los apóstoles son encarcelados; 5:18 – encarcelados de nuevo; 5:40 – los apóstoles son golpeados; 7:58 – apedrean a Esteban; 8:3 – Saulo ataca las casas; 9:23 – planean asesinar a Saulo; 12:1-3 – la persecución por Herodes; 13:50 – persecución en Antioquía; 14:5 – en peligro de ser apedreados en Iconio; 14:19 – apedreados de nuevo; 16:22-23 – golpeados y encarcelados en Filipo; 17:5 – atacados por la multitud en Tesalónica; 17:13 – atacados en Berea; 18:17 – golpeados en Corinto; 19:29 – revuelta en Éfeso; 21:30 – revuelta en Jerusalén; 22:22 – otra revuelta en Jerusalén; 23:10 – gran disensión; 28:3 – naufragio y mordido por una víbora antes del avivamiento en Malta.]
Resumen:
• La cruz destruye el pecado y el egocentrismo;
• La resurrección nos da vida abundante y eterna;
• La ascensión concede autoridad para gobernar principados;
• La unción del Espíritu Santo nos da valor para hacer milagros;
• La fe en medio de la persecución libera la Gloria de Dios para el avivamiento.
Que seamos vasos para que Dios manifieste su poder a través de nosotros en todas estas cinco formas.