top of page
Writer's pictureAsher Intrater

El poder de la sangre



En el día de Expiación (Yom Kippur), el Sumo Sacerdote traía la sangre del sacrificio al Lugar Santísimo. Este día nos recuerda la importancia de la sangre del Mesías que fue ofrecido como sacrificio por nosotros (Hebreos 7-10). La sangre de Yeshúa (Jesús) tiene mayor significado que las células sanguíneas físicas que salieron de Su cuerpo en la cruz (Juan 19:34). El poder espiritual de esa sangre vive y continúa hablando hasta el día de hoy (Hebreos 12:24).


La sangre da validez y cumplimiento al pacto. Un pacto es un contrato divino inquebrantable. El pacto está compuesto por palabras. Los pactos de Dios a la humanidad están escritos en la Biblia, ambos pactos el “antiguo” y el “nuevo”. La sangre sella y firma el pacto. La persona ha dado su vida en favor del pacto y lo garantiza. El alma del compañero de pacto está en su sangre (Levíticos 17:11).


Cuando Dios hizo el pacto con el pueblo de Israel, Moisés roció la mitad de la sangre en el altar y la mitad de la sangre en el pueblo


Éxodo 24:6, 8- Moisés tomó la mitad de la sangre y… esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar.
Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que YHVH ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

La sangre tocó el pacto y al pueblo. Hay palabras de bendición y maldiciones en el pacto. La sangre activa esas bendiciones y maldiciones. La sangre aplicada el pacto al pueblo, pone esto en operación. Cuando creemos en el pacto y en la sangre de la expiación, gran poder espiritual es liberado.


El pacto tiene condiciones y resultados. Los términos de la condición requieren sacrificio de sangre. Los resultados son las bendiciones y las maldiciones. Cuando creemos en la sangre del pacto, las maldiciones son convertidas en bendiciones. Nuestros pecados son perdonados, nuestras almas son liberadas, nuestros cuerpos son sanados, nuestras familias son bendecidas, nuestras finanzas son redimidas y el enemigo es derrotado (Apocalipsis 12:10-11).


Muchos cristianos son conscientes del poder del pacto de sangre con respecto a su salvación personal. En la historia del pueblo de Israel, el pacto también era colectivo; no solo de un individuo, sino de la nación en su totalidad. Se levantarían o caerían juntos, serían bendecidos o maldecidos juntos. El pueblo de Israel recibió el pacto como una nación por declaración.


Éxodo 24:7
del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que YHVH ha dicho, y obedeceremos.

Ellos pusieron el pacto en acción con sus palabras, por su declaración de fe. En los evangelios, encontramos que el pueblo puso el pacto en efecto exactamente en la dirección incorrecta. Declararon su rechazo al Mesías, y trajeron la sangre del pacto sobre sí mismos como una maldición en lugar de una bendición.


Mateo 27:25
Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.

Liberaron el poder corporativo de la sangre, no de la forma en la que se pretendía, sino en la opuesta. Ellos trajeron destrucción sobre sí mismos, su nación y las generaciones siguientes. El templo fue arrasado, la nación destruida y el pueblo mandado al exilio.


Si hubo tanto poder en la sangre cuando fue utilizada en contra de lo que estaba destinada, cuanto más pasará cuando sea utilizada en la forma correcta (Romanos 5:15; 11:12). Revertir el poder de la sangre traerá resultados opuestos. El pueblo de Israel será reunido, el Mesías será recibido y el reino de Israel será restaurado (Hechos 1:6 ).


Cuando el poder de la sangre fue decretado para mal, nuestro pueblo fue dispersado entre las naciones. Cuando el poder de la sangre sea decretado para bien, las naciones serán reunidas en Jerusalén para someterse al reino de Yeshúa (Isaías 2:2-4; Zacarías 14:16).


En el final de los tiempos, un remanente de fe en Israel clamará la sangre de Yeshúa sobre ellos, no para destrucción sino para restauración. Cuando el remanente alcance una masa crítica, el reavivamiento estallará y todo Israel será salvo (Romanos 11:26).


Al final del Día de Expiación, suena un largo sonido de shofar (Levíticos 25:9-10). Este shofar es el mismo que la última gran trompeta que sonará en el tiempo del rapto y la Segunda Venida (1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:52). El shofar en el día de Expiación es la señal. El clamor del remanente para decretar la sangre es el poder. La invitación del remanente para que regrese el Mesías es el prerrequisito (Mateo 23: 37-39). La segunda venida de Yeshúa es el resultado.


Le pedimos que se levante con nosotros en fe para que la maldición sea revertida, y para que el poder de la sangre traiga el destino de Dios para Israel, la iglesia y las naciones.



bottom of page